Para disfrutar y sacarle provecho a la experiencia del deguste de licores, debemos tener en cuenta cuáles son sus consecuencias para hacer memorable la experiencia, y no permitir que se presenten finales trágicos.
La euforia resultante del consumo de licor no quiere decir que lo que estemos tomando despierta a nuestros sentidos ni nada parecido. Lo que se genera a es una alteración de los sentidos que se confunde con un aparente estado de alerta.
Así como este efecto contraproducente, los licores nos pueden jugar malas pasadas en nuestro estado físico, mental y en nuestra alimentación.
No podemos, por ejemplo, consumir vino u otros licores con el estómago vacío. En principio, por su tendencia a marearnos rápidamente. Y menos aún, si luego vamos a comer algo que pueda no ser muy fácil de procesar para nuestro estómago.
En estos casos, lo que el estómago hace es eliminar primero los licores que se almacenan en el estómago. Consecuentemente, esto acarrea una digestión más lenta o un mayor trabajo del estómago.